El mediocre crecimiento económico de América Latina durante el siglo XX, en acentuado contraste con las economÃas exportadoras de productos primarios de los paÃses desarrollados, se debió a la inestabilidad polÃtica, las barreras comerciales, la poca solidez de los derechos de propiedad, las deficientes infraestructuras y la volatilidad en las finanzas públicas.
Asimismo, la mala formación general y técnica y otras barreras a la innovación relacionadas explÃcitamente con la generación y gestión de conocimientos contribuyeron a este lento crecimiento. Todo esto se vio exacerbado por estrategias proteccionistas con industrias de sustitución de las importaciones, que descuidaron el desarrollo de las fortalezas naturales de los paÃses, desalentaron la innovación y sobrecargaron de impuestos a sus sectores de recursos naturales.
La apertura comercial, y no el proteccionismo, ha sido decisiva para ayudar a los paÃses a diversificar sus exportaciones. Por eso, la región no debe dar la espalda a sus recursos naturales, a su proximidad geográfica general con los Estados Unidos o a su fuerza laboral competitiva. La mejor forma de tener éxito es mantenerse abierto a la competencia internacional. La consolidación de los esfuerzos de integración regional, como el Nafta y el Mercosur, será fundamental para ayudar a los paÃses a diversificar sus fuentes de ingreso por exportaciones y asà aumentar los ingresos y hacerlos más estables.
No existen criterios uniformes sobre lo que debemos entender por pobreza y desigualdad. Todos creemos tener claridad de su significado y con ello nos aventuramos a establecer las relaciones entre los dos conceptos, convirtiendo el tema de la pobreza y la desigualdad en una auténtica torre de Babel. Las estadÃsticas que se ofrecen sobre el tema son tan variadas y contradictorias que siempre termina uno preguntándose a quien creerle, aquì trataremos de ser lo mà s objetivo posible
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